¿Por qué quieres todo rápido?

Suena el despertador, son las cinco y treinta de la mañana. Comienza la rutina: te levantas y levantas a tu pareja, dejas la olla calentando para preparar el café, te realizas el aseo personal respectivo, te vistes, vistes a tus hijos y le dan dinero  porque sencillamente no hay tiempo para prepararles el desayuno. Todo el mundo sale disparado a sus actividades diarias. Hasta la tarde o noche que se vuelvan a ver.
            
          En el trabajo el estrés no te deja ni pensar en otra cosa que no sea el trabajo. Bueno, eso aplica para algunos, ya que hay trabajos en donde la gente solo ve el reloj para salir. No te alimentas bien y cuando son las tres de la tarde te das cuenta de que no has desayunado. Realizas un almuerzo rápido y furioso a esa hora y a seguir trabajando. Llegas a tu casa a las ocho de la noche como el huracán Katrina, devorando todo a su paso. Te acuestas a las ocho y media sin preguntarles a tus hijos cómo les fue hoy, simplemente porque el cansancio es más fuerte que tú. Cierras los ojos y vuelve a sonar el despertador, otra vez la misma rutina.

Cuando ya han pasado mínimo tres años en esta situación es cuando te das cuenta que has aumentado de peso, te duele la cabeza, la vida familiar se ha vuelto monótona, trabajas y trabajas para vivir mejor económicamente pero resulta que no es así. Hay muchas deudas, lo cual genera que trabajes más. Al trabajar más hay más estrés. Al haber más estrés tu alimentación empeora al igual que la de tus hijos, lo cual te preocupa más, generándote más estrés y haciendo que aumentes más de peso. Tu salud empeora cada día y cuando por fin te decides a cambiar asistes a uno de esos “nutricionistas” para que te hagan bajar de peso rápidamente y sin sacrificios. No te interesa saber cómo lo harán ni qué te mandarán. Solo quieres bajar en un mes lo que has aumentado en tres años.
          
        Muchos de nosotros tratamos de maquillar el acné, es decir, queremos soluciones que resuelvan temporalmente las cosas pero en realidad no buscamos las causas. En otras palabras, no atacamos el acné desde adentro. El mismo sistema nos ha inculcado eso. La publicidad también te bombardea para que no puedas pensar si está bien o no lo que estás haciendo. Te ofrecen productos mágicos y milagrosos porque sencillamente vale menos bajar unos kilos sin dar nada a cambio que proponerte alcanzar tu meta contra todo y contra todos. Nos han enseñado a tener todo fácil: si necesitas pareja hasta puedes usar el internet para eso, si quieres un carro te metes en una deuda con el banco y ya, si quieres una casa igual o esperas que el gobierno te la asigne y si quieres bajar de peso con hacerte la “lipo” ya está listo. Te enseñan a maquillar el acné. ¿Por qué no nos enseñan a ser duros y tener la fuerza para alcanzar nuestras metas? A fin de cuenta al vencer sin obstáculos se triunfa sin gloria, ¿no?

Leí un libro que se llama “Padre rico, padre pobre” y dice que la causa de la pobreza no es la carencia de dinero sino que influyen el miedo y la ignorancia. En otras palabras, todo está en la mente. El problema es que el sistema no nos educa y no le conviene que ni tú ni yo sepamos cómo funciona el dinero (ignorancia) y te enseñan cosas como que invertir es muy arriesgado (miedo). Basado en esto, también me atrevería a decir que una persona no alcanza su peso corporal porque la causa mental influye enormemente. Si eres una persona que piensa que nunca alcanzará su peso tal vez esa profecía se vuelva realidad. Al sistema no le conviene que alcances tu peso sino que desea maquillar tu necesidad, ofreciéndote pastillas y productos engañosos, ¿por qué? Es sencillo. Porque si alcanzas tu objetivo no volverás a sus consultas ni  consumirás sus productos. Les interesa que estés como un ratón de laboratorio corriendo y corriendo sin llegar a nada. La diferencia es que sí llegas a algo: a empeorar tu salud.

Eres una persona valiosa, no eres un robot. Hazte respetar con aquellas personas que te ven como algo simple. Eres una persona ganadora que desea hacer las cosas bien sin importar cuánto tiempo te tardes. Lo importante en la vida no es cuanto hagas sino cuánto de lo que haces está bien hecho. Sé que no eres mediocre porque si lo fueras no hubieras llegado hasta este párrafo sino que hubieras abandonado en el camino como lo hacen muchos. Te invito a hacer las cosas bien. Quizá no sea fácil pero al final estarás orgulloso de ti mismo independientemente del resultado. Todo comienza con el verdadero propósito.

Recuerda, para todo hay una solución. Las cosas que llegan de manera fácil se esfuman también fácilmente. El problema es  que la solución correcta muchas veces es la más difícil de ejecutar. Todo lo que vale la pena realmente en la vida amerita esfuerzo. Te invito a que hagas las cosas bien. 

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